viernes, 20 de marzo de 2015

EL MEJOR SEXO ES SOLO ESO: SEXO.


Debe haberte pasado alguna vez: conoces a una persona (hombre o mujer), te gusta, le gustas, se miran, coquetean y sin que nadie se de cuenta  indispensable  intercambian teléfonos... esperas todo el día en que suene tu celular, hasta que sucede, te invita a salir y allí estás tú, pensando en ‘lo rico que lo hará’. 



Le dices que sí y coordinan un encuentro, alucinas todo el día en como será ese momento... sabes que aquella cita tendrá su epílogo en el cuarto de un hotel o en su depa, según sea el caso y ustedes dos ‘haciéndolo’ como un par de locos, el mejor sexo que uno pueda tener; sigues pensando que hacerlo con él (o ella) debe ser de lo mejor. 


Llega la noche, te arreglas, vistes la mejor lencería que encuentras en el cajón, el mejor perfume de tu tocador y ensayas la mejor de las pláticas, la mejor de las sonrisas y por supuesto la mejor de las miradas, esa que diga que quieres todo sin necesidad de hablar.
Vas a su encuentro, allí está él, más lindo incluso que el día en que lo conociste, ves esa cara que tanto te gustó y en silencio vuelves a imaginar ‘que bien cogerá’. Van a tomar algo (que no es un café pues la cita a merita mucho más que eso), y entre risas se van conociendo, cada vez te parece más guapo y con cada sorbo de tu copa de vino, lo alucinas más intensamente dentro de tí (o encima tuyo, lo mismo es), y sientes que ya no puedes más.
Salen del restaurant y esperas que pase algo, ya! de pronto te agarra el brazo y te lleva hacia sí... te besa, wau! piensas que si así besa ‘haciéndolo’ debe ser mucho mejor, sabes que ese feeling que hubo desde la primera mirada tiene que culminar (esa noche) en un buen encuentro sexual, por algo no te lo has imaginado tanto.


Besos van y besos vienen, cada vez más calientes, no hay necesidad de decir nada, el encuentro de aquellas bocas lo dicen todo y solo tienes en mente el cogértelo de una vez.
Entran a la habitación y ya no piensas en nada, sólo quieres hacerlo, y te ves allí, parada frente a él, se miran, sonríen y empieza la acción: besos, abrazos, caricias... te sientes nerviosa -lo cual no es común- y sientes que él también está emocionado, no calculaste que sintieran eso pero que más da... allí están y hay que disfrutar el momento.


Y sucede: lo sientes dentro de tí una y otra vez y de todas las formas, él encima de ti, tú encima de él, crees que ya no pueden disfrutar más pero continúan, ahora piensas ‘cuánto puede durar’... y tú acabas una, dos veces... hasta tres, y él sigue haciéndolo, haciéndotelo.
Termina, puedes sentirlo, sentirlo tanto, se miran y descansa sobre ti, lo abrazas, y pasa mucho rato sin que se muevan, luego descansa a tu lado, cogidos de la mano conversan, se ríen, saben que el sexo ha sido maravilloso y no hay necesidad de decirlo.


Miras el reloj y le dices que es tarde, lo besas apasionadamente, ya estás encima de él nuevamente, todo es tan intenso que lo vuelven a hacer, con mayor intensidad que antes, no puedes pensar en nada, y él tampoco puede hacerlo, simplemente disfrutan, viven el momento y cogen como nunca antes lo habían hecho con nadie.
Pasan un par de días y te das cuenta que en las últimas 48 horas solo has estado pensando en él y –sobretodo- recordando la gran cogida que tuviste, ese gran encuentro que a estas alturas para ti ha sido el mejor de tu vida. Tu mejor amiga –a quien se lo contaste apenas saliste del hotel- te dice que es momento que dejes la emoción, que aterrices, que si en la cama les fue tan bien es posible que fuera de ella no suceda más nada.


Al cuarto día será su segundo encuentro, ya te compraste un hilo dental con pedrería, aunque tal vez él ni siquiera lo note; apenas se ven quieren hacerlo, ya ni siquiera van a tomar algo, simplemente van a poseerse, a sentirse, a hacer el amor... y lo pasan tan bien que ya piensas en algo más.
Te sorprendes de querer verlo no solo para cogértelo, quieres hacer otras cosas, ir a cenar, al cine... pero piensas que eso está mal, la idea era pasarla bien, solo eso. Y así vuelven a encontrarse, y vuelven a coger día tras día, pero ahora es distinto, ahora se dicen cosas, cosas cariñosas, cosas sucias (que suelen ser las mejores en esta situación), cosas que les da mayor intensidad al encuentro...


A estas alturas ya se conocen muy bien, sientes que encajan perfectamente en el sexo, y lo hacen de todas las formas y en todos los sitios: en la cama, en la mesa, en la silla, en la ducha... sabes que ha sido el mejor hombre –sexualmente hablando- de tu vida, crees que es el mejor sexo del mundo.
Miras el calendario y te das cuenta que ya pasaron algunos meses y sigues teniendo el mejor sexo del mundo, le dices a tus amigas que ya acabó, que fueron muy buenas cogidas pero que se acabó... mientes porque igual sigues tirándotelo.
Sacas tu cuenta y ya son seis meses, ya no quieres salir con nadie, solo con él... pero piensas que nunca habrá una relación, que solo es sexo, y piensas: que más da, sacas tu cuenta, quemaste muchas calorías pero para ser tan buenas cogidas ya es suficiente.
Planeas el mejor de sus encuentros, pasan el día juntos y ya no pueden hacerlo más, mucho sexo para un solo día... le dices adiós, él te abraza, te besa una vez más, sientes pena y no lo entiendes, luego reparas en que no encontrarás jamás a alguien que ‘te lo haga’ tan bien.


Sales del hotel y llamas a tu mejor amiga, le dices ‘ya aterricé’, ella entiende, no hay necesidad de preguntar nada más, se encuentran en un bar y pedimos nuestro trago favorito multiorgasmos, acabas de tener el mejor sexo del mundo y tienes a la mejor de tus amigas a tu lado, que más puedes querer: seguir viviendo la vida y haberte tirado al hombre que mejor coge en el mundo, en suma: haber tenido el mejor sexo del mundo.

2 comentarios:

  1. Perfecto aplicable perfectamente al punto de vista del hombre encontrar una mujer buena en la cama es como un tesoro algunos nos encariñamos otros claro k no. Besos amiga

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  2. k rico relato amiga paso por eso ? se nota mucho como fue tu comentario intenso buen blog amiga saludos rb

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