jueves, 11 de junio de 2015

Química: Adictiva amistad

La cosa de la química es extraña. Puede darse la primera vez que te ves con un hombre o puede darse en cualquier momento. No hay reglas. No hay luces. Sólo lo sientes… en tus pezones, en tu entrepierna, en tus mejillas, en tus manos. Sientes cómo se mojan tus calzones, como tus tetas amenazan con escaparse de tus sostenes…

Nos conocíamos hace tiempo. De un día para otro comenzamos a hablar y mucho y descubrimos que teníamos muchas cosas en común. Nuestras conversaciones cambiaban de objeto desde política a pelambres en general y a sexo: cómo te gusta? Haces tal cosa? Me encanta que me hagan esto… la imaginación corría a mil y nos quedábamos hasta altas horas de la noche envueltos en una especie de libro, donde la descripción lo era todo.

Nos demoramos mucho, quizás demasiado. El tiempo siempre ha sido un problema. No es que estemos a destiempo, es que el juego es entretenido. Nos juntamos en un restaurant, tomamos una botella de vino, pedimos algo para comer… conversamos, conversamos y nos reímos. Otra botella y ya sentía los efectos en mi entrepierna, quejumbrosa, mojada. El vino me calienta, me prende; tiene conexión directa con mi entrepierna y cuando lo bebo, siento cómo me mojo y me excito. Se cambió de lugar, se puso a mi lado, me tomó y me besó. Apasionadamente. Fuertemente… “vámonos a mi hotel”.

Tomamos un taxi, es pudoroso, pensé que me iba a tocar, agarrar, saborear, algo, mientras llegábamos. Nada. Entramos a su hotel y me puso en la muralla, de espaldas a él. Sentí su erección arrancando de su pantalón. Sus manos se alocaron y comenzó a tocarme, a conocerme, a medirme, a sentirme.


Nos lanzamos en su cama y nos desvestimos con prisa. El tiempo ya lo era todo y la desesperación se apoderaba de nuestras manos. Le saqué el pantalón a tirones y le agarré el pene con fuerza. Era de considerable tamaño (raramente jamás nos mandamos fotos, quizás por el pudor de ya conocernos, por lo que era “el momento de la verdad”)nada mal! Mi boca y mis manos hicieron su trabajo. Mi lengua escalaba su miembro cual Everest, sin perderse ningún lugar. Mis manos y mi lengua recorrieron desde los testículos al glande. Jadeaba. Veía su cara de placer. Tengo una fijación con ver la cara de mi amante cuando le hago sexo oral, es de las cosas que más me prenden y me calientan. Mientras el pene está en tu boca o tus manos, eres dueña del momento.

Escalé al macho cuál animal en celo. Llegué a su boca y metí mi lengua con desesperación. Quedé sobre él, a disposición para el primer embiste. Llevaba varios meses sin tirar, pero mi cuerpo se amoldó a la perfección. Se puso arriba, me tomaba las piernas para dar mayor profundidad. Estuvimos largo rato, él me embestía y me chupaba los pezones. Yo lo besaba, le mordía la oreja, le rasguñaba la espalda. Ponía una de mis piernas en su espalda por la cintura y la otra yo la bajaba en perfecto horizontal a mi cuerpo para que su pene entrara con mayor fricción en mi vagina. Se salía y me hacía sexo oral… su lengua… su lengua era maravillosa en mi clítoris. Me hacía llegar rápidamente al orgasmo y volvía a embestirme. Eyaculaba y quedaba encima de mí. Me gusta sentir el peso del macho que me acabo de tirar, me gusta sentirlo adentro por un rato luego que acaba.

Descansábamos y volvíamos a la carga. Me dio vuelta y de mi escuchó un “mételo dónde quieras”. Su erección se abrió camino en mi culo, mientras me levantaba un poco por las caderas. Una de mis manos fue a apoyarse en el respaldo de la cama y otra en mi clítoris. Fuerte, fuerte, lento, lento. Su ritmo nos hizo acabar con violencia mientras su cama golpeteaba contra la pared.

No me dejó, mi pobre clítoris no quería más guerra pero a él no me importó. Me dio vuelta nuevamente y me dejó acostada de espaldas en la cama, mirando hacia arriba. Se puso entre mis piernas y con un dedo comenzó a masturbarme mientras su lengua nuevamente se apoderaba de mi deseo. Dos dedos. Entraban y salían. Sin fuerza. Sin prisa. Me hizo disfrutar. Un grito ahogado, que más se pareció a un quejido, se escapó de mi garganta. Estaba agotada. Él también.

No dormimos… quizás sí dormitamos… no lo sé… perdí la noción del tiempo.
Hicimos de todo… nos tocamos por cada rincón… nos reconocimos lunares… nos besamos completos… los olores propios del sexo y del otro nos intoxicaron, los sabores en nuestros labios. Mis pezones fueron de él. Su pene mío. Su espalda quedó con mis uñas.


Un café, una conversación intrascendente, un hasta luego. Me vestí. Me fui. Tan amigos como siempre. Vuelta al coqueteo solapado. Al leer entre líneas. Al decir sin decir.

Mi conclusión: Adictivo. No repetible. Adictivo. Si repetible. 

Mucho tiempo después lo repetimos, nuestras palabras nos alcanzaron. Con más prisa. Sin más preámbulo que un café y una conversación. Mentiría si no dijera que quiero volver a tirármelo. Quizás en un tiempo más. Cuando tengamos suficiente preámbulo, porque el juego y la coquetería es parte de nuestra interacción. 


texto de las perversas


2 comentarios:

  1. Uffff... aun no he recuperado el aliento... no sé ni qué decirte... empezaría por decir que me he metido en tu texto de tal forma que me he perdido en él... seguiría diciéndote que creo que hay buena parte de él... que viví en carne propia... y continuaría diciéndote... que los tiempos... para todo... son imprescindibles...
    Caliente, rudo, real y elevado... poco más puedo decir... y otro ufffffff...
    Un beso y buen finde¡¡

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    1. Es muy rico leer un relato, que te deje sin aliento, meterse en la historia que te deja ufff, que ter eriza la piel, que tu sexo se humedece, que corazón late a mil... y mas si lo viviste el tiempo no pasa.
      BESOS

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