martes, 29 de septiembre de 2015

Dime tú, ¿a qué sabe el pecado?




Dime tú, ¿a qué sabe el pecado? 

El pecado me sabe a ti…
A tu voz entrecortada.
Al perfume de tu piel.
A sábanas mojadas.
A noches prohibidas sin fin.
El pecado me sabe mejor, si estás tú.

Dime tú, ¿a qué sabe el pecado?


Si te hicieran esta pregunta, ¿qué responderías? ¿lo has pensado alguna vez?

Quién no conoce los hechos del “pecado original”
el primer pecado que se conoce de la historia. Aquel donde, una vez Dios habiendo enviado a Adán y Eva, padres de toda la humanidad, al Jardín del Edén, estos, y tentados por la serpiente, comieron del único árbol que tenían prohibido, desobedeciendo así las órdenes que su superior les había dado. Y fueron, al fin, expulsados del paraíso.

Historia a parte, y sin que sirva de precedente, el pecado puede ser el trago más amargo. Pero también puede ser el más dulce de todos. 
O bien, un contraste de sabores, porque no. Si es así, a mi modo de pensar, el pecado se saborea mucho mejor. Pero claro está, podemos pecar de muchas maneras, ya sea de palabra, de pensamiento, de deseo o podemos no hacerlo. Y en definitiva, cuando es el deseo el que entra en acción, no deja de ser un aliciente más y, a nadie le amarga un dulce, ¿verdad? Dicen que la vida no se mide por los momentos que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento… y este puede ser uno de ellos; basta solo que tú lo quieras.
Piensa, piensa a qué te sabe a ti y saborea tu respuesta, yo ya te he dejado la mía.
¿Te atreves?

2 comentarios:

  1. Qué buen sabor tiene el pecado que describes... Me encanta!

    Muchos besos.

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  2. Por fuera de la religión que lo inventó, el pecado no existe.

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