jueves, 3 de septiembre de 2015

La que juega con fuego se quema...

En mi mundo de perversidades estoy consciente que mi juego muchas veces puede ser con fuego y por ende, está claro, que me puedo quemar. Ese mismo conocimiento de la quemadura, sin importar cuán dolorosa sea, añade emoción, morbo y el toque de perversidad, que hace que la adrenalina fluya por mis venas haciendo que me arriesgue sin importar las consecuencias. A pesar de esto nunca me he quemado, o eso creí hasta esa madrugada.

Mi último juego con las llamas, él aún me tiene tiritando entre emoción, miedo, alegría pero por sobre todas las cosas, pasión.


A propósito con el posteo de una perversas amigas, ¡ Más sabe el DIABLO de sexo por viejo que!...“A Yegua Experimentada… ”, ÉL es mayor que yo... ¡X años mayor que yo! Y no, no me importa. De todos los hombres que conozco, puedo decir sin miedo a equivocarme, que es él precisamente el que más maduro, emoción tiene. 

Nos conocemos hace un buen tiempo. A pesar nos vemos pocos, el recuerdo de ese romance estaba impregnado en mi piel como un tatuaje. En un par de meses nos volvimos a encontrar y para mi sorpresa él me recordaba de la misma manera que yo a él, inteligente, buen conversador, gracioso, entretenido, morboso y sobre todo: BUEN AMANTE.

Después de varios días de plática cibernética, decidimos encontrarnos en persona, para conversar, mentira que los dos nos fijamos, pues teníamos claro que nuestro encuentro sería sexual y la conversación, si se daba, sería un añadido.


Nos juntamos en su hotel, me besó la cara y su abrazo fue lento y lejano. La conversación entre copas de vino se tornó muy interesante y por unos instantes olvidé que quería devorármelo a besos y tener sexo desenfrenado con él hasta quedar inmóviles. De repente puso su mano en mi pierna,



“Quiero tocarte.” me dijo. 

Sentí como la sangre invadía tanto mi cara como mi vagina. 

“Me estás tocando.” le contesté pues no se me ocurrió otra cosa.

“¡No! Quiero tocarte.” me respondió y se acercó peligrosamente a mí.

Nos besamos, y ya no pensaba en lo interesante que era la conversación. Mis pensamientos se habían transformado en pasión, lujuria, sexo.


Entre la mezcla de besos, rozaba sus manos por mis senos, y mi excitación se agrandó. Me quité la camisa e hice lo mismo con la de él. Mis senos buscaron su piel, y se dio cuenta de cuan caliente estaba yo; mis pezones me delataron.


Lo tomé de la mano y lo guié a la cama, ya sea el único testigo de nuestra pasión. Me recostó y desabrochaba mi cinturón, pantalón, cierre de mis botas con un cuidado extremo, como si no quisiera perderse ni un minuto de lo que observaba.


Sus manos buscaron la humedad de mi vagina y lo cuidadoso que era cuando me desnudaba se le quitó. Arrebató los calzones de mis piernas de un tirón. Enterró su cara en mi sexo, que latía ante la presencia de su lengua y las succiones. No recordaba cuan experto es en el sexo oral con él y me encantó que lo fuera. Orgasmo tras orgasmo su lengua seguía jugueteando con mi clítoris y sus dedos buscaban dentro de mi vagina para hacerme explotar una vez más.



Me besaba todo el cuerpo oliendo a mí, sabiendo a mí. Me miró fijamente, mientras sobre su cuerpo yo lo besaba, me agarró la cara y me dijo:
“¡Eres hermosa!”
Sentí las llamas, más no las de la calentura que me llenaba, si no las llamas del juego con fuego. Para apaciguar mi pensamiento le dije entre gemidos que era “mi cara de caliente” mientras él repetía que no era eso y yo lo silenciaba con mis besos hasta llegar a su pene.


Me entregué, sus gemidos unidos a los míos, mi humedad, su pene bien erecto, nuestro ritmo me hizo olvidar en aquel momento que era sólo sexo. Sentí su pene entrar en mí y fue un orgasmo instantáneo. Lo quería así, sacando mi hembra animal ante ese macho excitado sobre mí y así olvidar que estaba jugando con fuego. Nuestro ritmo, perfecto, sincronizados. Un orgasmo tras otro... Me faltaba la respiración y sentía como mis ojos se daban vuelta quedando blancos. 





De tanto goce, la ardiente clava entre mis piernas, me hizo olvidar regular mis quejidos y grité un ensordecedor grito al unísono que mi cuerpo temblaba como poseída por una legión de demonios. Temblores que me dejaron impávida cuando las glándulas de Skene expulsaron un abundante e híbrido líquido mojando la sabana, maravillando… así él extasiado voceaba: ¡cariño! ¡Eyaculaste! Eres tan hembra y hoy eres la primera en regalarme delicioso tributo!- Mi sorpresa era desconcertante, de mi acalorada vulva escapó el bendito placer que hizo que mi caverna llorase de delicia.



Ha sido la única vez que he eyaculado en demasía, empero, no resto méritos a otras experiencia de comunión de coito que me han parecido tan o más placenteras que ésa. Tengo el punto G conectado a la emoción, quien me encandila y me calienta termina humedecido entre los salares que se deslizan por mis piernas. No importa cuánto de líquido expulse, siempre, siempre un buen amante gozoso me susurra… “¡Qué mojada estás, cariño mío!”

Nos reímos y abrazámos.


Abrazados conversábamos de lo mucho que nos extrañábamos, de lo bien que se sentía estar así abrazados. Sí, me estaba quemando en mi juego, lo sabía pero no quería darme cuenta. ÉL me olía, la cara, el cuello y así me volvía a excitar. Los besos comenzaban suaves para pasar a devorarnos los labios, las lenguas con desespero. Y el sexo... el sexo se hacía más intenso cada vez que comenzábamos un nuevo momento. Me di toda, mi confianza fue suya, no hubo pudor, no hubo reclamos, no hubo un NO. Esa madrugada todo entre los dos fue válido. ¡TODO!


Fueron horas de lujuria, de sexo, y sí, de amor. Esa madrugada me sentí la mujer más hermosa del mundo, la más deseada, la más inteligente, perfecta. Me sentí su única.

Hoy me doy cuenta que la perversa que juega a propósito con fuego, porque es entretenido, porque la mantiene viva y le revuelve la adrenalina sabiendo que su inteligencia no la dejará quemarse, se quemó. Y tiene las manos heridas llenas de un amor que fue pero que nunca será. Las vendas serán temporales, las quemaduras las curará el tiempo y volverá a jugar con otros fuegos. La noche de amor, la noche que él me hizo sentir hermosa, será la cicatriz permanente que tendrá por atreverse a jugar sabiendo que me iba a quemar.


Nota: ( Glandula de Skene La eyaculación femenina tiene su origen en las glándulas de Skene, situadas en la vagina y muy cerca del punto G. En el mayor momento de excitación estas glándulas se llenan de líquido que será soltado cuando la pelvis apriete distintos órganos, entre ellos estas glándulas.)

4 comentarios:

  1. El te hizo sentirte deseada, ardiendo entre las llamas, liberada del deseo, en una noche de amor intensa.

    Un placer siempre leerte, me gusta seas tan diabla.

    Muacksssssssssssssss.

    ResponderEliminar
  2. Eso si es una noche de lujuria, pasión y sexo en mayúsculas, para el disfrute máximo de ambos disfrutando de la sexualidad de vuestros cuerpos. Me alegra mucho que lo pasaras tan bien. Un relato fantástico.

    Besos Carnales.

    ResponderEliminar
  3. Como bien dices, el que juega con fuego... pero es algo inevitable para los que nos gusta llegar más allá del límite. El momento o momentos siempre serán bien recordados. Te lo digo por experiencia... también me quemé.

    ResponderEliminar
  4. Para jugar hay que estar dispuesto, y dispuesto a quemarse además.

    Dulces besos y dulce fin de semana.

    ResponderEliminar