jueves, 26 de enero de 2017

Un pais en llama




En nuestro país los incendios forestales afectan miles de hectáreas de bosques, matorrales, pastizales y todo lo que habita en ellos. Es muy necesario y urgente que todos participemos evitando que ocurran.

Un incendio forestal es un fuego que, cualquiera sea su origen y con peligro o daño a las personas, la propiedad o el ambiente, se propaga sin control en terrenos rurales, a través de vegetación leñosa, arbustiva o herbácea, viva o muerta. Es decir, es el fuego que quema árboles, matorrales y pastos. Es un fuego injustificado y descontrolado en el cual los combustibles son vegetales y que, en su propagación, puede destruir todo lo que encuentre a su paso.
Otra catástrofe pone a chileno. No hay bomberos suficientes, no hay aviones, no hay planificación, no hay forma de apagar los intensos incendios que ya llevan una semana consumiendo la zona centro sur del país. La industria forestal desmesurada de las familias Matte y Angelini ha puesto la mecha secando los territorios. Tras casi una semana de incendios en distintas partes del territorio han muerto 3 brigadistas de la Conaf y miles de animales, 126 mil hectáreas ya ardieron y 48 incendios aún no paran.


Respecto a su origen, no cabe duda que en Chile y en el mundo es la directa acción humana la que ocasiona la mayoría de los incendios, por descuidos o negligencias en la manipulación de fuentes de calor en presencia de vegetación combustible, por prácticas agrícolas casi ancestrales, por una escasa cultura ambiental o por intencionalidad originada en motivaciones de distinto tipo, incluso la delictiva.

Sin embargo, en ciertas áreas del mundo, por miles de años los rayos también han ocasionado incendios que han sido y son parte del ambiente, contribuyendo al desarrollo de algunas formaciones vegetales, eliminando individuos sobremaduros, estimulando la semillación, abriendo espacios y creando condiciones para la regeneración natural. Como estos ecosistemas son dependientes del fuego y lo necesitan para su ciclo de vida, se crea la controversia en esos países de dejar que el fuego originado por rayos cumpla su rol ecológico o combatirlo y que la vegetación se avejente, sin evolucionar. Pero este no es el caso de Chile, donde toda la vegetación es sensible al fuego y en la cual el daño no sólo es su quema y destrucción, sino que, además, al suelo, a la fauna, al aire, al ciclo del agua y, en general, al entorno del ser humano.


Tras el paso de las llamas los medios están procurando un culpable. Alguien debe hacerse responsable del infierno desatado en cinco regiones con 48 incendios activos y más de 126 mil hectáreas carbonizadas.
La mayor parte de la gente, por lo menos en el momento de conocer la tragedia, también busca respuestas. En esta ocasión, una imprudencia ha acabado con la vida de un hombre y ha destrozado a una familia, porque a la pérdida se suma una despedida desgarradora. No es necesario entrar en detalles, tan solo imagínense lo que supone morir abrasado intentando huir de las llamas.
Pero aunque el problema de los incendios es demasiado complejo, confío en que la sociedad vaya dando una respuesta. Ya lo está haciendo. Pocos se dejan engañar con los embustes y la elocuencia del gobierno contra incendios, y empujón tras empujón, denuncia tras denuncia, organizaciones civiles y personas anónimas van consiguiendo pequeñas mejoras en la realidad que vivimos: falta de medios y precariedad laboral. Porque aunque se empeñen en convencernos, la miseria del gobierno no es ningún reflejo de la sociedad.


Otra pregunta es el por qué y quiénes inician esta destrucción. Aquí tampoco podemos dar una sola respuesta, pero deberíamos ser conscientes de que todos formamos parte de la solución. Hay quien aún desconoce que es el responsable de alguno de los grandes incendios causados por una colilla, otros no imaginan que una pequeña chispa provocada por una desbrozadora
Si hay muertes especialmente crueles, estas son las que no tienen respuesta. Son las de esos fuegos intencionados sin una razón aparente. Algunos apuntan a alguna patología. En estos individuos suele darse la delirante creencia de tener el poder de acabar con cientos de hectáreas de bosques, animales, hogares, confundiendo un fenómeno de la naturaleza con la estupidez de provocarlo. Dudo de que alguna lea estas líneas ni de que las entienda, por eso es necesario de nuevo la implicación social: nunca justifiquen los incendios.


Casas, bosques completos, siembras, parcelas, animales, todo quemado y consumido por el fuego. Los pobladores y autoridades piden que se declare Estado de Catástrofe debido al gigantesco incendio que aún no ha sido controlado con nuevos focos activos y que durante la noche se han seguido propagando. Por las personas que habitan estas zonas que son principalmente de campo y afirmó que en el sector los vecinos viven de los boques y el ganado, por lo que además de tener como prioridad apagar el fuego, también ya piensan en cómo van a recuperar todo lo perdido, labor que podría tardar entre dos y tres años. La desesperación de pequeños agricultores y ganaderos se traduce en sumarse a la petición de declarar la región como zona de catástrofe.


Los bomberos en estas jornadas han sacado aplausos. En internet circulan videos de carros presurosos camino a la zona de los incendios, extenuados tras largas jornadas de incesante labor y una entrega digna de elogios. Pero hace pocos días el dramático llamado que hizo el comandante de Bomberos de la VI Región, Cristián López, confesando que “los Bomberos se han sacado la cresta, no puedo tener voluntarios trabajando más de 24 horas, no doy abasto. Estamos en una guerra. Esto es un desastre. Nunca había visto esto”, dan cuenta de que en este nivel de peligro sería muy adecuado tener un contingente de profesionales pagados, como ocurre en todos los países del mundo.

Otra catástrofe pone en cuestión al Estado chileno. No hay bomberos suficientes, no hay aviones, no hay planificación, no hay en definitiva forma de apagar los intensos incendios que ya llevan una semana consumiendo la zona centro sur del país. Pero tal como ocurrió en los incendios de Valparaíso y está pasando ahora en los pueblos afectados, la ciudadanía y sus propias redes de autogestión, el apoyo de los vecinos ante la catástrofe, la solidaridad de quien lleva comida, botellas de agua y toallas a los brigadistas y bomberos, se mueven más rápido y con mayor eficacia.

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