jueves, 2 de febrero de 2017

Acoso: sexual y laboral





Hace tiempo que le ando dando vueltas a este tema pero no me atrevía tocarlo porque es una experiencia dolorosa, dura, complicada, que no se puede compartir y me dije: La compartiré cuando la tenga superada y me sienta lo suficientemente bien como para escribirlo sin dolor y tenerme aquí, contando lo que viví año 2014, porque las situaciones y todo fue diferente... y todo por ser una misma. Con el post anterior Doña Perfecta
Ya hace varios años que llevaba trabajando para una empresa. Sin embargo a partir del año 2013 y parte de 2014, han sucedido una serie de hechos constitutivos de acoso laboral y sexual. Mi jefe asumió una conducta hostil y persecutoria la que fue intensificándose en el tiempo, comenzando con tratos descalificadores, agresivos, constantes insinuaciones de tipo sexual. Como mencione trabaje prácticamente 10 años en esa empresa. 


Mi jefe siempre me hacía bromas y sus dichos eran insinuaciones sexuales, pero yo no le di mucha importancia, por que considere que eran solo dichos. Empecé a tener las primeras insinuaciones explicitas de tipo sexual al principio de 2012, tal día le solicite permiso para ir al médico. Me autorizo la salir antes del trabajo, mi compañera bromeando me señala “hoy día te toca”, a lo que respondí entre risas “uno nunca sabe, a lo mejor si”. Nunca pensé que aquella simple broma entre dos compañeras de trabajo, me traería tan graves consecuencias con mi ex jefe. 
Al día siguiente mi jefe, me pregunta ¿Estas segura que fuiste al médico? Respondiéndole que si, al no quedar conforme con mi respuesta me solicito el comprobante del médico. 


Le exhibí el documento, me solicito que cada vez que asistiera al médico, le mostrara el documento. No le di importancia, porque no estaba haciendo nada malo, llegaba a la hora al trabajo, respondí con los informes que me pedía, me quedaba haciendo horas extras. 
Ya con el transcurso del tiempo, comenzó a decirme frases tales como: “tiene bonitas piernas”, “que linda figura”, “si se porta mal le voy a dar una nalgadas”, aprovechando de decirme este tipo de cosas cuando me daba instrucciones, cada vez fueron más subida de tono. A la hora de salida de trabajo se ofreció trasladarme en su auto a una estación de metro, ya que era tarde. Accedí, en dicha ocasión, él me pregunto por mi vida, que pretendía hacer en el futuro, le señale terminar de estudiar mi carrera. Que en este momento no está siendo compatible con el trabajo. Él intempestamente me señala que tenemos una conversación pendiente. Según el “por mi supuesta visita al médico”. También me señalo que en la oficina no podríamos conversar, ya que siempre lo interrumpía, le dije es más seguro en la oficina ya que no estamos haciendo nada malo. 
Me señalo que al día siguiente debía visitar a un cliente, que después nos podía reunir. Que yo dijera a mis compañeras que tuve problemas familias, que me tenía que retirar de la oficina. Que él me pasaría a buscar y que no le comentara a nadie. 
Al día siguiente me pregunto si asistiría al médico, como quede sorprendida ya que pensé que no seguiría con las peticiones, él quería juntarse conmigo fuera del trabajo según con la conversación pendiente del médico. Como era fin de mes, la carga laboral aumentaba y no quería dejar trabajo pendiente. Y él me respondió “está bien, cuando este en un cajón te voy a querer ver”. Con sus palabras me sentí amenazada. 


Con el transcurso del tiempo, mi situación laboral se hizo más difícil de sobre llevar, que mi jefe quería saber todo sobre mi, como por ejemplo preguntando a mis compañeras, donde estaba y con quien andaba, pendiente de mi cuando hablaba por teléfono, me seguía al baño.
Comenzó a insinuarse con más frecuencia, para hacerlo se excusaba con el trabajo, me llama a su oficina para darme una alguna instrucciones a puertas cerradas y me señalaba que le debía muchos favores, preguntándome como se los iba a pagar. Yo quedaba perpleja y desconsolada, me ponía muy nerviosa y solo se me ocurría decirle que se lo agradecía, para terminar la conversación Y el insistía que en seguir y me pedía que lo acompañara a tomar un trago o algo más. 
Empezó a pedirme favores extras, como su desayuno en su oficina, que le hiciera el café, que le cambie el menú en su hora de colación, que le fuera a comprar, para evitar malos tratos, he insinuaciones accedí, dejando muchas veces mi trabajo de lado, sabiendo que el mismo me había dado la orden de los informes. 
Era tanto la carga laboral que me había entregado mi jefe, juntos con sus malos tratos verbales, humillaciones e insinuaciones de tipo sexual que comencé a angustiarme estando en un grado de nerviosismo y tristeza constante y producto de la cantidad de trabajo comencé a llegar a tarde, ya que el cansancio era constante que no alcanzaba a responderme, ya que como debía llevarme trabajo a mi casa para evitar tener que quedarme a solas con él en la oficina, no tenía el tiempo suficiente para reponer mis energías. 


Él me llama a su oficina, me dice que me pasaba. Por qué llegaba atrasada, que ante no era así. Los años que llevaba, mi comportamiento no era el más adecuado. Me iba a entregar una carta de amonestación, se negó a darme. Yo se la iba a recibir. Me señalo que “me quería mucho, me quería cuidar, la quiero amar, me duele lo que está pasando”. Sorprendida y molesta con sus dichos. Le señale que era su trabajara y el mi jefe. Molesto con mi respuesta, tomo una actitud agresiva, desafiante haciendo preguntas como: porque llega tarde todos los días? Tiene novio o pareja? Está teniendo sexo todos los días? Ese es el motivo de sus atrasos y bajo rendimiento. Me bloque ante todas esas preguntas del improcedentes y atentatorias a mi libertad y no pude responde. 
Estas situaciones se hicieron más angustiantes, mi jefe constantemente me maltrata verbalmente, humillaba y me realizaba insinuaciones de tipo sexual, lo que afecto mi autoestima. 
He puesto el despertador a las 6 está bien. Estoy en la cama asustada, con el móvil en velador. Hay días en que suena a las tantas, pero nunca sé qué día sonará y esas llamadas no son de mi ninguna compañera de trabajo, no, son de ese jefe.
Doy vueltas y vueltas, miro el despertador y son las 5, aún no he pegado ojo y pienso que otro día más sin dormir; me levanto, voy a la baño a fumar un cigarro tras otro.


Mientras fumo pienso, si llama no le contesto, pero suena y, lo que pensaba hacer se viene abajo, me puede el miedo, Mi papá me escucha y me ve. Él se va pero le dice a mi madre que algo me pasa, que estoy llorando, y mamá se levanta y me pregunta qué pasa, yo le digo nada, que no puedo dormir y me da rabia.
Hora de desayunar no me entra nada, tengo dolor cabeza, de estómago y diarrea, pero sobre todo miedo. Voy a camino a trabajo, empiezo a mirar el reloj. 



Mientras me imagino fuerte y hoy no le paso ni una, al primer insulto le doy una cachetada y me largo. Tras ese pensamiento me viene una pena de mí misma y me llamo huevona, me digo que por qué quiero engañarme si no soy capaz de decirle nada, soy consciente del miedo que le tengo, simplemente no puedo reaccionar. Vuelvo a mirar el reloj. Sigo pensando: ¿y si lo cuento? No, nadie creerá que me está pasando, que él es tan malo, además todos creen que soy feliz, que puedo con todo, soy fuerte a ojos de los demás.
De repente llega…Quiero verle la cara, necesito verle la cara. Reconozco sus gestos más que los míos, sé si está furioso o no, le miro, le saludo con una sonrisa que fuerzo. Entramos por la puerta de atrás, y sí, hoy está enfadado. No me contestó al saludarle. Además lleva el ceño fruncido. Dios mío.
Desde su despacho me llama. Está escribiendo. Le digo que no le he entendido. Se enfada, me llama tonta, porque todas las mujeres son tontas, no tienes ni puta idea, imbécil, marcha de aquí, me pones enfermo. Salgo y voy a hacer cosas, él ya está enfadado y viene a insultarme, me dice que qué ha hecho para merecer eso, para que no entienda nada de lo que me explica.


Tiemblo y pienso que sí, soy tonta, pero por no atreverme a irme. De repente viene otra vez y me habla muy bien, no ha pasado nada, como si la vida fuese normal.
Ahora me pregunta cosas de mi vida sexual, no le contesto y claro, eso sí le enfada. Empieza a decirme que cada vez le demuestro más lo imbécil que soy, que damos asco. Quiero irme, salir, no escuchar más, me siento mal, lloro por dentro, se me encoge el corazón, cuanto más me insulta más mierda me siento, pero sé que no puedo marcharme ni darle la espalda, me lo ha dicho millones de veces, pero soy terca y pese al miedo y la vergüenza me trago mis lágrimas. Dios, le doy la espalda de nuevo, lo tengo prohibido pero no puedo seguir mirando su sucia cara mientras me insulta y amenaza, sé que ese momento precede al agarrón de mi brazo, siempre el gesto de cogerme el brazo y siempre la misma frase de no me des la espalda cuando te hablo.
Sigo mis pasos, miro de reojo y sí, viene, ya siento sus manos en mi brazo y oigo esa maldita frase, le pido que me suelte. Solo le miro, creo que mi odio se ve en mi mirada, pero me odio a mí, tanto que me doy asco; le tengo miedo, tanto que quiero callar y que todo pase. 
Se va. Allí me quedo, atendiendo haciendo mi trabajo, me trago mis lágrimas, esas que delante de él no quiero sacar, me las trago y sonrío a mis colegas que van entrando. Muchos me dicen: ¡Hasta luego niña, alegra esa cara!




Vuelve y me habla muy simpático, me pregunta quién ha ido; lo tengo todo apuntado, no puedo permitirme que se me pase el mínimo detalle, sería fatal.
Hace como que no pasa nada, como si lo que me hizo fuese algo que yo había soñado. Me habla contento, fuerte y seguro, me dice que soy lo mejor que ha tenido allí. Quiero gritarle, mandarle a la mierda, matarle, morirme.
Salimos y me dice adiós, esta vez me sonríe y yo le sonrío y le digo hasta luego.
Voy a casa. Mientras lloro lo que puedo y más, voy a comer con papá y mamá y no pueden enterarse, no quiero, no puedo, tengo miedo. Mientras nos sentamos a la mesa me hablan y yo contesto, pero no sé qué me dicen. Solo me doy miedo, me creo un monstruo, ahora por mentir y decir que todo bien. Me doy asco, no puedo afrontar la verdad, no puedo.


Ya no puedo más, mi silencio me mata, mis miedos me destruyen, mi familia ve que no cómo y piensan que entro en la anorexia. Para mí es más fácil. Ante ellos mi única salida para no contar qué pasaba era esa, que piensen que tengo anorexia.
No paro de pensar, de sentir, me he convertido en nada, en nadie, en miedo, en una mujer de rabia y odio en la que un señor saca su furia.
Otro día más entro de nuevo; no quiero, tengo miedo, ahora más. Acaba la jornada, llego a casa rápido, mientras me ducho pongo música y me entretengo en la habitación. Quiero llorar lo que allí no he podido, tomo fuerzas para que papá y mamá vean que como y no se preocupen. Quiero tomar fuerza para no oír el eco de sus insultos, para que no retumben en mí esas imágenes. Quiero, pero cada día se hace más difícil, ya van casi más de un año y no puedo más, mi cuerpo ya no responde, mi cabeza está rota, absorbida por el miedo. Se me cae el pelo, no puedo más, me cuesta sonreír, mis ojos han cambiado, yo entera he cambiado, pero he de fingir que no pasa nada, que es un momento bajo. Me voy a la cama esta vez lloro, me tapo con la almohada para que no se me oiga, lloro de miedo, asco y vergüenza, quiero escapar, quiero morirme y no puedo.


Suena el despertador. ¿Para qué lo pones si estás despierta? Me levanto y solo quiero morir, no podré más, más no, pero puedo otro día y otro y otro, idiota. Me doy asco, no me conozco, me siento asquerosamente sucia, por sus palabras sexuales llenas de maldad, por haber aprendido a mentir a mi familia, sucia por no saber parar la situación, por volver al mismo lugar de tortura, por saludarle con una sonrisa, sucia por todo, quiero salir corriendo de mí misma, quiero mirarme y reconocerme, quiero matarle, quiero morirme.
Fue tanta humillación malos tratos, que asistí a un centro médico del trabajador. Donde especialista me atendieron, psicólogo, psiquiatra. Otorgándome licencia médica, por varios meses, señalando que mi acontecimiento fue como enfermedad profesional, rogando un examen de evaluación mental, sin fenómenos productivos, impresión autentica. 
Acudí a poner una constancia en la inspección de trabajo, donde el informe no arrogo ninguna patología en ambos casos. Con seguir el suceso, contrate abogados. Para llegar a los tribunales, no podía perder mi casi 10 años de trabajo, de sacrificio. Y sobre todo mi dignidad como mujer. 
Tras meses de audiencia, solo podemos llegar a un acuerdo mutuo, ya que no tenía prueba reales, es decir no tenía fotos, ni audio que verificara sus insinuaciones he insulto. Solo conseguí que me pagara los años de servicio. Como dije al principio de este escrito hace tiempo que le ando dando vueltas a este tema pero no me atrevía tocarlo porque es una experiencia dolorosa, dura, complicada, que no se puede compartir y me dije: La compartiré cuando la tenga superada y me sienta lo suficientemente bien como para escribirlo sin dolor y tenerme aquí, siendo dolor y sufriendo que no la tengo superada, atrás esto todavía tengo consecuencias. 

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